miércoles, 3 de septiembre de 2008

Epílogo: La Arena del Recuerdo

Me vienen a la cabeza tantos recuerdos, personas, lugares, miradas y sentimientos que no sabría a cuales remitirme para escribir este epílogo. Asumiendo muy poco a poco mi vuelta, rememorando cercanos momentos y volviendo a pasar por el corazón (el significado de re-cordis) tantas experiencias en Palestina es complicado todavía enfrentarse friamente a ellas. No puedo negar que aquella realidad me ha hecho volver un tanto cambiado: más sensible, más apesadumbrado; pido disculpas a los que me están sufriendo estos días y prometo curación lo antes posible.

Fue mi propósito en este blog escribir mis meras primeras sensaciones desde aquellas tierras, algo narrativo y descriptivo más que explicativo, a pesar de que creo que esto último es lo más importante y el motivo de mi viaje y del documental. Al final han llegado las cintas (tras abrir alguien la caja) y esta misma semana empezaremos a elaborar nuestro proyecto. Pretendemos hacer, como he dicho, una primeras parte a modo de introducción histórica para intentar explicar los orígenes y el desarrollo del conflicto, lo que ha conducido a la situación actual que hemos grabado. Nos parece fundamental esta parte pues la mayoría de los documentales en castellano sobre Palestina se centran en describir realidades actuales, generalmente de soldados israelíes contra internacionales o palestinos, sin hacer comprender el por qué. La segunda será de lo que hemos grabado y una tercera más persuasiva sobre qué podemos hacer. Cuando lo acabemos (echémosle muchos meses) lo presentaremos en varias ciudades, teniendo en mente las propuestas de traducción al inglés y de llevarlo más lejos. Lo cierto es que ahora queda mucho trabajo con el material gráfico, escribiendo artículos para alguna página web y con varias charlas sobre la experiencia en diversas ciudades.

Y qué concluir sobre este agosto en Palestina, de aquella arena del recuerdo. Posiblemente no podría parar de escribir. Podría hablar simplemente de los primeros detalles que me vienen ahora a la memoria:
-El testimonio de aquel hombre de Hebron, Hashem al-'Aza
-La mirada arrogante de un pérfido militar diciéndonos que obedeciésemos cualquier orden que nos dictase cualquier soldado israelí
-Las partes del cuerpo amputadas de un chaval que trabajaba debajo de casa
-Los agujeros de bala en casas y coches en Nablus o Jenin
-El dar la mano tantas veces y los saludos a lxs niñxs de los campos de refugiados
-Una luna que se ve tan igual en todo el planeta pero que tiene que mirar con el rabillo del ojo la diferencia en la vida y destino de las personas de allá abajo en tierra
-La mirada taciturna y sin ninguna esperanza de una niña en Jenin
-La indescriptible hospitalidad de aquella mujer mayor a pocos metros de un asentamiento
-La primera bocanada de gas en Nil’in
-Las caras de la gente esperando, esperando, y esperando en el checkpoint de Huwwara
-La cara de una colona dicendo sharmuta a una mujer palestina y a su hija pequeña…

Por último, me gustaría dedicar doblemente mis palabras y el documental venidero a todas las personas que he conocido en Palestina (y a las que no) y que padecen día a día la rutina de la injusticia, el sufrimiento y la humillación; y a las que quizá sólo pueden soportar el sufrimiento desde el olvido. Al mismo tiempo, pero por todo lo contrario, a aquellxs sionistas, occidentales y demás que llevan 60 años construyendo un Estado que sólo sabe socializar la muerte y el horror, que enferman todo con su epidemia de miedo, que no ofrece más que ruinas, y que en verdad sólo sirven para morirse y no se mueren. A esxs sionistas que no dejan pasar por un checkpoint a una mujer que ya ha roto aguas y provocan que tenga que dar a luz en ese degradante corral humano; a esxs que nublan la existencia y la esperanza de millones de personas con muros y vallas alrededor de sus casas; a esxs que después de masacrar y mandarles de viaje a un exilio forzoso, continúan 60 años después vendiendo unos billetes que sólo conducen a la muerte; a esxs que día a día siguen robando tierras en nombre de Jahvé; a esxs que disparan como entrenamiento a los depósitos de agua de unos palestinos que sólo pueden consumir 50 m3/ año, mientras ellos 2400 m3/año; a esxs que rompen por diversión cinco dientes a una niña palestina de doce años; a esxs mismxs que crean prisiones y ghettos henchidos de ilegalidad y repugnante orgullo; a esxs que destruyeron 418 aldeas y ciudades palestinas en 1948 y que lo siguen haciendo, y que casi han doblado este año (433) el número de colonias en Cisjordania respecto a las construidas en 2007 (240); a esxs que no dejan tener trabajo ni ir a la escuela a los mismos que están avasallando; a esxs que humillan con sus miradas y creen que el tiempo y la dignidad de los otros no vale nada; a esxs que juegan con su pasado para cometer crímenes sin fin, a esxs que asesinan a niños por estar en un lugar que están convirtiendo en una cárcel, a esxs cuyas máquinas empapan de escombros y dolor la infancia de un niñx. A esxs que no escuchan, sino que sólo oyen ruido; que no comprenden, sino que sólo imponen; que no hablan, sino que escupen; que no observan, sino que están ciegos de oscuridad; que sólo siembran muerte, y cosechan la nada…